Escritura en tiempos de violencia

Marta Vasallo
La Plata, Argentina
25 de junio de 2004

He seleccionado como forma de escritura que surge como refutación y aun como burla de una violencia extrema, algunos de los escritos nacidos de la experiencia de los campos de concentración y exterminio durante el siglo XX .

Empecemos con la inquietante constatación de que campos de esa naturaleza fueron habilitados por regímenes opuestos, en nombre de las más diferentes causas entre las que agitaron ese siglo: el nazismo habilitó sus propios campos de la muerte, los testimonios de sus víctimas son los más abundantes, los más difundidos, los más prestigiados, porque el nazismo resultó derrotado y muchos de sus responsables enjuiciados y sancionados; pero los vencedores del nazismo en la segunda guerra: las fuerzas aliadas de la URSS y Occidente, liderado por Estados Unidos resultaron ser también propiciadoras de “campos”. Las dictaduras del proletariado (soviética y otras)tuvieron sus campos “correctivos” o de “reeducación”, herederos en el caso soviético de los trabajos forzados de la Siberia zarista; la Doctrina de la Seguridad Nacional, aspecto de la política exterior de Estados Unidos que se aplicó en el Cono Sur en los años 70, en nombre de las libertades y la democracia, contra el comunismo, multiplicó campos clandestinos de detención en los países de la región.

La constatación no significa que esos regímenes fueran iguales, tampoco niega las diferencias que distinguen incluso a las administraciones de unos y otros campos, pero preciso es admitir que no hay crímenes de lesa humanidad mejores o peores que otros.

La especie humana, de Robert Antelme (1), un resistente francés que reconstruye la vida en un kommando, Gandersheim, del campo de concentración alemán Buchenwald, es el único libro que su autor escribió, y data de 1947. En el caso de Primo Levi, partisano de origen judío capturado por la milicia en 1944 y deportado a Auschwitz, todo lo que escribió está dedicado a sus memorias de Auschwitz: “Si no hubiera vivido la temporada de Auschwitz es probable que nunca hubiera escrito nada…” ( pag 345) (2). De Varlam Shalamov, revolucionario ruso que padeció en Kolymá, una de las islas del archipiélago Gulag, desde 1937 a 1953, se sabe que antes de su segunda deportación había publicado algún cuento. Se lo conoce fundamentalmente por sus Relatos de Kolymá (3), publicados por primera vez en Londres en 1978. Una vez rehabilitado, algunos fragmentos se publicaron en revistas literarias de la URSS en los años 80. El año pasado salió una edición en francés que por primera vez respeta la forma y el orden en que Shalamov quería dar a conocer su obra. De los múltiples e invalorables escritos sobre los campos de detención clandestinos en Argentina, elegí el que me parece más superador, Poder y desaparición (4), de Pilar Calveyro, digo superador porque trasciende el nivel de la denuncia y el testimonio, en los que se funda, para ensayar una teoría del poder. Calveyro es una sobreviviente de la Mansión Seré y de la ESMA, víctima en tanto militante montonera de la Doctrina de la Seguridad Nacional. Su libro es una adaptación de su tesis doctoral escrita en México, donde reside.

Escriben lo que no pueden contar

Estos autores escribieron peleando con las palabras que les faltaban para registrar sus vivencias, vivencias que no podían contar. Por la dificultad intrínseca de lo que tenían para decir, pero también por las reacciones del entorno. Esta dificultad para contar se reitera en los escritos de estos autores tan dispares. Leemos en el Prefacio de la obra de Antelme: “Hace dos años, durante los primeros días que siguieron a nuestro retorno, fuimos todos presas de un verdadero delirio. Queríamos hablar. Ser escuchados al fin… traíamos con nosotros nuestra memoria, nuestra experiencia viva aún, y sentíamos el deseo frenético de decirla tal cual era. Y sin embargo ya desde los primeros días nos parecía imposible colmar la distancia que íbamos descubriendo entre el lenguaje del que disponíamos y esa experiencia que seguíamos viviendo casi todos en nuestros cuerpos. … Era imposible. Apenas comenzábamos a relatar nos sofocábamos. A nosotros mismos lo que teníamos para decir empezaba a parecernos inimaginable… Estábamos efectivamente frente a una de esas realidades de las que se dice que sobrepasan la imaginación. Quedaba claro entonces que sólo por elección, es decir, una vez más gracias a la imaginación podríamos intentar decir algo…” (pag.15).

Primo Levi en Si esto es unhombre cuenta un sueño que se le reiteraba cuando estaba en el campo: “Aquí está mi hermana y algún amigo mío indeterminado y mucha más gente. Todos están escuchándome y yo les estoy contando precisamente esto: el silbido de las 3 de la madrugada, la cama dura, mi vecino a quien querría empujar… Les hablo también prolijamente de nuestra hambre, y de la revisión de los piojos, y del Kapo que me ha dado un golpe en la nariz…; pero no puedo dejar de darme cuenta de que mis oyentes no me siguen. O más bien se muestran completamente indiferentes: hablan confusamente entre sí de otras cosas, como si yo no estuviese allí…Tengo el sueño delante, caliente todavía, y yo, aunque despierto, estoy lleno de su angustia; y entonces me doy cuenta de que no es un sueño cualquiera, sino que desde que estoy aquí lo he soñado muchas veces…Me acuerdo de que ya se lo he contado a Alberto, y de que él me ha confiado para mi asombro que también lo sueña él, y que es el sueño de otros muchos, quizás de todos…¿Por qué el dolor de cada día se traduce en nuestros sueños en la escena repetida de la narración que nadie escucha…?” (pags 98-99).

Más extremo es el testimonio de Shalamov. En “Oración fúnebre”, cuenta que una tarde de Navidad junto a una estufa, a uno de los presos se le ocurre preguntar a la ronda qué haría si por un milagro lo enviaran a su casa. Cuando le toca el turno a él responde:

“Hoy no querría regresar con los míos. En casa nunca me entenderían, no me podrán entender. Lo que a ellos les parece importante yo sé que es una tontería. Y lo que es importante para mí, lo poco que me queda de importante, ellos no podrían entenderlo ni sentirlo. Además les traeré nuevos miedos, un miedo más, sumado a los mil miedos que inundan sus vidas. Lo que yo he visto, un hombre no lo ha de ver, ni siquiera lo ha de conocer…” Idea que se reitera en una carta a Solshenitsin: “Del primer día al último el campo es una escuela negativa. El hombre no debe ver eso. Y sin embargo, ya que lo has visto, debes decir la verdad, por pavorosa que sea…Hace tiempo que he decidido dedicar a esta verdad el resto de mi vida…” En el curso de sus Relatos, alienta esta oscilación de Shalamov entre la tentación de ocultar el grado de abyección e infamia que experimenta en el Gulag y la necesidad de transmitirlo, a lo que efectivamente dedicó lo que quedaba de vida. Como si su pasión revolucionaria original se hubiera transmutado en su pasión por transmitir lo intransmisible.

Calveyro hace un tratamiento muy peculiar de su propia experiencia. Se distancia, no usa la primera persona, y busca en pensadores contemporáneos como Gilles Deleuze o Michel Foucault categorías que le permitan sortear los planteos binarios propios de la guerra fría, y de la guerra sucia inscripta en ella.

Pone a su estudio un epígrafe de Hanna Arendt extraído de Los orígenes de totalitarismo: pag 23: “Cualquiera que hable o escriba sobre los campos de concentración es un sospechoso; y si quien habla ha regresado al mundo de los vivos él mismo se siente asaltado por dudas…como si hubiera confundido una pesadilla con la realidad”. Calveyro hace referencia a la dificultad del sobreviviente, en un muy interesante cuestionamiento de la noción de héroe, y más específicamente de la dicotomía héroes/traidores vigente en el seno de la militancia: “El sujeto que se evade antes que héroe es sospechoso. Ha sido contaminado por el contacto con el Otro y su supervivencia desconcierta. El relato que hace del campo y de su fuga siempre resulta fantástico, increíble: se sospecha de su veracidad y por lo tanto de su relación y sus posibles vínculos con el Otro. Transita en una zona vaga de incredibilidad… resulta amenazante…” (pag. 130).

Campos, emergentes de la sociedad

Un rasgo crucial de estos escritos es el vínculo que establecen entre el campo, esa experiencia incomunicable, y la sociedad en la que el campo emerge. En Antelme leemos: “En la escalera me crucé de cerca con un civil… Weg (Desaparece) me dijo con voz ronca. Era el movimiento mismo del desprecio – la llaga del mundo – tal como reina todavía por todos lados, más o menos camuflado en las relaciones humanas. Tal como reina aun en el mundo del cual nos han retirado. Pero aquí era más claro. Le estábamos dando a la humanidad despreciativa los medios para revelarse completamente…” (pag. 61)

Para nosotros, desaparecer, ser un desaparecido, tiene una resonancia, una connotación obligada, que nos hace trazar una parábola desde el texto de Antelme al de Pilar Calveyro. Ella insiste en el estrecho entramado entre la sociedad y los campos, insinuado por Antelme en su noción de “humanidad despreciativa”,que en su caso se ilustra además por la ubicación geográfica de esos campos, en el corazón de las ciudades, o sobre rutas de denso tráfico: “El campo está perfectamente instalado en el centro de la sociedad, se nutre de ella y se derrama sobre ella. Quizás es el hecho de permanecer tan apartado, al mismo tiempo que está en medio, lo que más enloquecedor resulta para el prisionero…” E intenta un análisis de la forma represiva por excelencia de la última dictadura militar, la desaparición de personas, que le permita descifrar lo que esa forma de represión dice del conjunto social: “El análisis del campo de concentración como modalidad represiva puede ser una de las claves para comprender las características de un poder que circuló en todo el tejido social y que no puede haber desaparecido. Si la ilusión del poder es su capacidad para desaparecer lo disfuncional, no menos ilusorio es que la sociedad civil suponga que el poder desaparecedor desaparezca por arte de una magia inexistente…”(pag 28).

Varlam Shalamov corrige como “banal” la difundida noción de Marx de que “la historia se repite, una vez como tragedia, la segunda como farsa”. “No, escribe Shalamov, hay un tercer reflejo de los mismos hechos, del mismo argumento: el reflejo en el espejo curvo del mundo subterráneo. El argumento es inimaginable y sin embargo real, existe de verdad y vive junto a nosotros”… “Existe el mundo y el hades subterráneo, de donde a veces los hombres logran regresar, en el que no desaparecen para siempre. ¿Para qué regresan? El corazón de estos seres está lleno de una zozobra eterna, de un horror eterno ante el mundo de las tinieblas, ante un mundo que no es en ningún caso de ultratumba…” (pag 452).

Escribir sin pertenencias

En tanto partisanos o resistentes contra el nazismo, Antelme o Levi pertenecían al bando de quienes resultaron vencedores en la segunda guerra. Shalamov o Calveyro están en una situación mucho más compleja: por muy distintas razones, a diferencia de Antelme o Levi, no se sostienen ya, al momento de escribir sus textos, en la composición de lugar, en la perspectiva sobre el mundo que les dieron las causas que alguna vez abrazaron, de allí la peculiar desnudez, el desolado coraje que trasuntan sus palabras, poéticas en Shalamov, críticas en Calveyro.

¿Qué es lo que sostiene a una persona que lo ha arriesgado todo, y que ha perdido todo, incluso la fe que le dio fuerzas para arriesgarse?

Shalamov conserva su reticencia. Dice mucho, pero no todo, se guarda un secreto.

En un relato que se llama “En el estribo” refiere el sometimiento de un ingeniero, Pokrovski, condenado a diez años por sabotaje, a su director, Berzin, en Víshera, donde le encargaron la construcción de una fábrica. Con ese director o jefe se hablaba por la mañana en el lapso en que se subía a caballo, los subordinados se amontonaban junto al estribo y algunos lograban pedirle algo, y que los escuchara, a eso se llama “estar en el estribo”.

“No es del arte, no es de la ciencia de donde el hombre extrae sus escasísimas cualidades positivas. Algo distinto les proporciona a los seres humanos su fuerza moral, no su profesión ni su talento. Me he pasado la vida observando el espíritu servil, rastrero y humillado de la intelectualidad; de las demás capas de la población más vale ni hablar…Yo conozco el secreto de los hombres que se hallan ‘junto al estribo’. Es uno de los secretos que me llevaré a la tumba. No lo contaré. Lo sé y no lo contaré…”

“El reverso de la historia”

Concluyo con una cita de Ricoeur, a propósito de la necesidad de que la experiencia de los perdedores se convierta en narración.“La experiencia de las víctimas, escribe Paul Ricoeur, es este reverso de la historia que ninguna astucia de la razón puede llegar a legitimar, y que más bien manifiesta el escándalo de cualquier teodicea de la historia…” (5) Se está peleando con Hegel (6), que en la Introducción a Lecciones sobre la filosofía de la historia universal escribe: “La Idea universal no se entrega a la oposición y a la lucha, no se expone al peligro; permanece intangible e ilesa, en el fondo, y envía lo particular de la pasión a que en la lucha reciba los golpes: Se puede llamar a esto la astucia de la razón; la razón hace que las pasiones obren por ella y que aquello por lo cual la razón llega a la existencia pierda y sufra daño… Los individuos son sacrificados y abandonados. La Idea no paga por sí el tributo de la existencia y de la caducidad; lo paga con las pasiones de los individuos”. Quise poner por un momento en primer plano esas “pasiones” (“Nada grande se ha realizado en el mundo sin pasión”, acaba de decir el mismo Hegel) de esos “individuos sacrificados y abandonados”, que no hay astucia de la razón que pueda explicar ni abarcar, como la grandeza de los héroes trágicos opaca aun en lo más hondo de su desdicha la de los mezquinos y egoístas dioses que se jactan de manejar sus destinos.

Bibliografía:

(1) Robert Antelme, La especie humana, Editorial LOM, Santiago de Chile, 1999.

(2) Primo Levi, Si esto es un hombre, Muchnik Editores, Barcelona, 1987.

(3) Varlam Shalámov, Relatos de Kolymá, Grijalbo Mondadori, Barcelona, 1987.

(4) Pilar Calveyro, Poder y desaparición, Colihue, Colección Puñaladas, Buenos Aires, 1998.

(5) Paul Ricoeur, Tiempo y narración, vol. 3, Siglo XXI editores, México, 1996.

(6)G.W.F. Hegel, Lecciones sobre la filosofía de la historia universal, Alianza editorial, Madrid, 1980.

Leave a Reply

Fill in your details below or click an icon to log in:

WordPress.com Logo

You are commenting using your WordPress.com account. Log Out /  Change )

Twitter picture

You are commenting using your Twitter account. Log Out /  Change )

Facebook photo

You are commenting using your Facebook account. Log Out /  Change )

Connecting to %s

Create a website or blog at WordPress.com

Up ↑

%d bloggers like this: