Francisco Matos Paoli o el desempleado del misticismo y la política

Yván Silén
IvanElsa@aol.com
http://www.alterarte.com/ivansilen
Nueva York, Estados Unidos de América
6 de agosto del 2002

“Yo sé que la mística y la
política no congenian”

Francisco Matos Paoli

Sé que el título que hemos seleccionado para nuestra ponencia le parecerá a nuestros lectores o a nuestros oyentes una ironía extraña de un poeta hacia otro poeta. Pero este título hallará sus variantes en todas las posibilidades de nuestro poeta, ya que Matos Paoli es el intento de resolver la contradicción entre el sujeto de la idiotez (el sujeto de la crisis de la enajenación) y el “sujeto de la libertá radical”. No podemos evitar pensar inmediatamente en Antonin Artaud. Pero ese intento, el de resolver la contradicción, convierte a Matos Paoli en el poeta de la contradicción misma y en un poeta que asume radicalmente la aventura del lenguaje. Esta actitud voluntarista y antivanguardista de Matos Paoli se refugiará, se reconciliará y asumirá el dualismo de la sociedad patriarcal en las figuras de Cristo y Albizu -el derrotado y el sacrificado-, el “ingenuo” o el santo, etc. Este refugio y esa reconciliación de la violencia o del martirio fracasarán, porque ambos, Albizu y Cristo, fueron asesinados por los invasores de turno: los romanos y los norteamericanos. El poeta y el Mesías se ven forzados a enfrentarse a la garulla de los colaboracionistas de turno y también a los anexionistas, a los fariseos, a los saduceos, a los marxistas, etc. El poeta se convierte, entonces, en el “cronista” de la locura de un proceso liberador que no culmina y que, en el caso nuestro, no ha culminado todavía, ni tampoco lo ha hecho en el simulacro de la drogademocracia. No culmina, porque Latinoamérica cada vez más se sumerge en el “sujeto anónimo”, o en el sujeto-idiota que Estados Unidos trafica como moda y como “libertá”, y que se nos impone en el ejemplo de una individualidad que cada vez más está totalmente vacía y cuyo comportamiento cultural es el del extravío.

Acorralado por lo social, por lo reaccionario instituido, la libertá acontece, como ha señalado Hyppolite, en la negación misma: “el individuo queda enterrado en lo individual y sólo puede salvarse a través del Estado y la religión”.2 Sin Estado, y de espalda al proceso liberador de la pre-vanguardia3 o de la vanguardia,4 Matos Paoli, para escapar a la locura, a lo infame colonial, se refugiará en la religión que lo consumirá y lo hará tropezar por momentos. Pero como la religión es también dialéctica, el catolicismo de Matos Paoli, sin revolución exitosa, acorrolado, exilado en su propia casa, separado definitivamente de lo social, producirá cuatro de los grandes libros místicos de la actualidad, o quizás los libros esenciales del misticismo latinoamericano: Canto de la locura (1962), El vuelo y la paloma (1961-63), Sombra Verdadera (1980) y Los crueles espejos (1980). Estos textos no sólo se complementan sino que se permiten como proceso de un acto escritural que entraba por momentos en contradicción consigo mismo. O dicho de otra manera: El viento y la paloma es la contestación a toda la angustia que el Canto de la locura padecía, aunque Matos Paoli, en la entrevista-video con el cuentista y amigo Luis López Nieves, se opusiera al acontecer de dicha angustia.

Freud, por su parte, hablaba de varios tipos de paranoia, el delirio de persecución, la erotomanía -enajenación causada por el amor y por lo erótico-, el delirio celotípico (pasión de celos) y el delirio de grandeza. Pero a Freud se le olvidó hablar también del “delirio de la persecución política”. Este es un estado de angustia no sólo producido por la vigilancia estatal, o policial, sino también producido por una soledad radical, de aislamiento comunitario, y por una incomunicación tal que lleva al sujeto a sospechar políticamente de todo lo que lo rodea. En una sociedad racista, chauvinista y etnocentrista como la norteamericana, esta reacción de “paranoia” es casi una necesidad. El poeta subversivo siempre pasa por una experiencia radical de tipo paranoide que expresará su “verdad de ser” en la belleza de su propio lenguaje poético de la ruptura. Y lo que hay que entender es que Matos Paoli en varios momentos rompió consigo mismo, se denunció, se humilló y asumió la barbarie contra sí.

“Electo” por Dios, el seleccionado en la paranoia de la angustia de la descripción poética, Matos Paoli no sólo irrumpirá como radical, sino que irrumpirá también como el rescatador de su propia consumición. El hecho de nombrar la angustia, aun como rechazo (pensemos en Lacan), lo redime de su propia dilapidación o desesperación poética. La poesía desata la paranoia, o tal vez es la esquizofrenia quien la desata a su lucidez última (Jaspers), porque la poesía, como digo en mi poema “Los poetas neoyoricans”, es superior a la locura. Matos Paoli dice entonces: “si no somos como Dios. . .no escribiría yo versos, no sería el idiota5 entre la comunicación y la incomunicación, no estaría pensando que la luz me pasea como un viril fantasma hasta hacerme emerger de nuevo en el Monte de las Alucinaciones” ( Primeros Libros Poéticos 336). El escándalo, pues, está establecido y la mayoría de la crítica matospaolista no lo ha visto, o no ha querido bregar con el flagelo poético del poeta: “acepto hasta la cárcel. . .hasta el manicomio. . . como primer bandido de la sombra” (321). No creo que aquí Matos Paoli esté usando el sustantivo “idiota” en forma de raro o exótico, sino que lo está usando en la forma más despectiva posible. Esta experiencia con Dios no sólo lo idiotiza, sino que lo desnombra: “Yo, Francisco, aquel que no tendrá nombre” (337). La contrición de su catolicismo derrotado nacionalistamente por las fuerzas invasoras de la demokracia yanqui, no sólo lo lleva a la apatía, a la inercia, sino al maltrato (al masoquismo) de su propia persona real y poética. Los agravios políticos no le importan: “Si ustedes quieren llamarme loco no pongo ningún impedimento a la afrenta” (337). El praecitus (el precito) no teme ser llamado loco, porque el loco se sabe humillado, despreciado y desorientado. Pero será precisamente aquí en donde la angustia del místico perderá la subversión de la angustia política.

Matos Paoli, sin poder asumir el “mal” de la vanguardia, o el “mal” de la negatividad, asumirá el bien de los místicos asesinados: Cristo y Albizu. Sin embargo, Matos Paoli olvidaba que al haber seleccionado a Cristo había seleccionado también al hombre dios, al hombre escándalo que había despreciado la toma revolucionaria del poder. Cristo, como posteriormente Antonin Artaud, es el redentor de sí mismo que ha decidido despreciar el poder de los fariseos, de los intelectuales, de los saduceos (los intelectuales defensores del status quo), de los esenios (una especie de monjes), de los bautistas (que eran los carismáticos de entonces), y de los zelotes (los nacionalistas judíos de la época) (Jesús, el hombre 18-20). Ante esta ilustración “nacional-universal” hay que levantar inmediatamente la pregunta que nos incumbe para este trabajo: ¿qué es el misticismo político de Matos Paoli? Es el “mal” de una sociedad seudocapitalista y colonial que no lo soporta como espiritualidad, a menos que este misticismo no esté acorralado, olvidado, o archivado en la libertá de expresión de la demokracia de la mediocridad.

Por otro lado, la cárcel y el manicomio liberaron a Matos Paoli (por lo menos a través del Canto de la locura y El viento y la paloma) de la estrechez del catecismo que lo cernía católicamente. Al místico, como a los poetas radicales del ateísmo, o como a los poetas de la indiferencia religiosa, no le queda más remedio que golpear el lenguaje mismo. Matos Paoli dirá: “Puta palabra. . .en ti yo creo” (Sombra verdadera 83). El lenguaje, pues, tendrá que ser golpeado y quebrado bellamente por el poeta para que la lengua pueda dar testimonio de una libertá personal y colectiva que puja poéticamente contra el lenguaje muerto del poder. Matos Paoli lo golpea y por momentos lo logra (befa, precito, avieso, retama, adláteres, isocronía, etc.), pero lo hace dentro del marco del cultismo y del hermetismo. La academia le sirve de marco tradicional en donde el esquizo o el elegido podrá refugiarse no sólo contra las alucinaciones, sino también contra las revelaciones. Matos Paoli no inventa lingüísticamente, ni se mete dentro de la locura del lenguaje ni dentro de la arbitrariedad del mismo. ¿Qué hace Matos Paoli con el lenguaje común? ¿Por qué hemos dicho, entonces, que Matos Paoli es una aventura del lenguaje? Nuestro poeta afirmará curiosamente: “Niego esa palabra oscura. . .esa cisterna putrefacta” (Sombra 83). El misticismo de Matos Paoli, después de que éste abandonara la cárcel y el manicomio, se convertirá en una angustia constante de la contemplación que lo incapacita para la praxis de la urgencia política: “La vida no ha sido espectacular <para mí>, salvo en mi condena de cárcel y en el asilo precipitante del Manicomio” (Diario III 153). Pero lo que no hay que olvidar es que Matos Paoli, por momentos, está acorralado y decepcionado: “El verdadero compromiso se haya en Dios. Ni tampoco me preocupa que me llamen reaccionario por defender el acceso místico de la vida. Los comunistas y los burgueses se parecen mucho en su odio a la soledad. Aspiran a secularizar la poesía, a desustanciarla de ímpetu sagrado, a tornarla épica y naturalista. Pero poesía es sacramento” (Diario de un poeta I 158). Derrotado el nacionalismo, Matos Paoli, a diferencia de Corretjer y Soto Vélez, será incapaz de moverse hacia el socialismo y quedará poética y angustiosamente anclado en la soledad del Dios que lo sostiene. Esto ni es un valor, ni es tampoco un desvalor. Es sencillamente la contestación de Matos Paoli a un momento determinado que le fue fundamental. Dios se le convierte, entonces, en la angustia de la dicha de testimoniarlo y en la dicha de la angustia de lo poético: “Yo sé que al fin Dios me reconoce”. El Dios de Matos Paoli no será el “dios-cerdo” de Bataille, ni tampoco el Dios cero de la locura de Artaud. Pero aún así, la “dicha” de Matos Paoli es trágica. El poeta de Dios tiene que pasar a través del ojo de la aguja de la negación: “El ser atraviesa los ocasos maduros de la luz. . .Ahora quedo perdido. . .¿Por qué desaparezco?” (PLP 304-305). Quizás podamos definir a la vanguardia, y también a Matos Paoli, como el vecino alucinante de la proximidad de lo sacro, como esa pasión de lo que tiene que venir, o como ese desenfreno de lo que tiene que ser. La negación policial que acontece como crimen, como persecución, como locura o suicidio contra los poetas o los filósofos de la resistencia, no ha dejado de funcionar tampoco demokráticamente contra nosotros. Matos Paoli asumirá una especie de pesimismo religioso: “Pero hay que enloquecer” (319).

Kristeva, en “El sujeto en proceso”, no será hegeliana, pero rozará a éste de cerca. La autora de Sol Negro comenta: “la dialéctica hegeliana prepara su refundido fundamental, que instaura en lugar del “ser” y de la “nada” una negativa afirmativa. . .la teología que implica y que es una teleología del devenir que subordina, léase que borra, el momento de la ruptura” (Artaud 44). Matos Paoli, por su parte, no es hegeliano, pero posee una “afirmación negativa” que no intentará cubrir su propia ruptura: la figura de Albizu como afirmación política de la libertá y la figura de Cristo como negación y violencia: “Dios es la locura” (PLP 309). Lo místico (no hay alternativas, a menos que no intente convertirse en propaganda, mucho más aún si ha devenido como poesía) se estrellará siempre contra la teología conservadora de la Iglesia y a veces contra la poesía misma. Pero habrá momentos en que Matos Paoli se volverá también sobre su propia palabra, o contra su propia poesía o, para asombro nuestro, se volverá rabiosamente contra su propio misticismo. Matos Paoli dice: “mi misticismo es capcioso” (Diario III 128).6 ¿Malicioso, dañino? La rebeldía del poeta se ha extraviado y se ha vertido contra lo más sagrado. Lo sacro parece aplastarlo.

Esta ambigüedad es así, porque el místico es también el amante anárquico de Dios, y la Iglesia no tolera mucho a los amantes, porque éstos, aun los amantes de lo sacro, huelen a sexo. De esta misma manera el héroe, patriarcal o no, mariano o no, sadomasoquista o no, narcisista o edipal, se estrellará siempre contra la teología del status quo y contra la política de los partidos del poder.7 Preguntémonos, entonces, ¿por qué la política de la soberanía resulta tan difícil para los puertorriqueños? Porque la política es aterradora. La política es aterradora, porque es la experiencia misma de la libertá. Por esta razón los burgueses la corrompen y la tornan corrupta para el vacío de una libertá mercantil. La política es el arte de cuidar el pueblo, de guardarlo, de realizarlo, de amarlo o si se prefiere, como en el caso nuestro, de enajenarlo y de esclavizarlo. Nosotros los puertoriqueños siempre hemos vivido la alienación y la esclavitud de la política colaboracionista y pitiyanqui. Pero de esta esquizofrenia política somos culpables todos nosotros. Nosotros como oportunistas, nosotros como informantes o traidores, como chotas, como mercaderes, como burgueses, o como cobardes. Nosotros hemos vivido políticamente de espalda a nuestro propio devenir. Hemos olvidado que la política, como la fe, es lo más difícil del mundo. Lo hemos olvidado, porque ser político es convertirse en el amante radical. Matos Paoli, como Albizu Campos, no olvidó esto. En el caso particular de Matos Paoli, éste intentó convertirse, como amante de Dios, en la política radical de lo más difícil. La república como lo más difícil de la libertá nos ha horrorizado yanquimente.

En esta sociedad neoliberal del sujeto-mercancía no hay alternativas: vivimos en un pueblo al que se ha desamado y al que se ha desamparado. Ser político en esta isla del desencanto es estar desamparado espiritual y físicamente. Sin embargo, el héroe, Albizu Campos, y el místico, Matos Paoli, son una vanguardia radical de la libertá. En este sentido la vanguardia no ha terminado o no se ha cumplido. Mantenida la contradicción, el sujeto paranoide, el poeta vanguardista (Tzara, Huidobro, Breton, Artaud -Arc hilla, Soto Vélez, Matos Paoli, etc.-), o el poeta “antivanguardista” (Vallejo, Martín Adán -Néstor Barreto, Yván Silén, Pedro Pietri, Manuel Ramos Otero, Che Meléndes, Roberto Net Carlo, Rubén Moreira, Alberto Martínez, etc.-), se tornará más lírico, más violento, más “loco” y optará libertariamente por hallar aquello que los libere del nihilismo, del pesimismo, del apoliticismo y del cinismo en la antipolítica misma del ser. En otras palabras, los que se opongan a los salarios de la pobreza, al “bienestar” falso y a la “calidad de la muerte de la vida burguesa” acontecerán en la escritura insólita de la libertá como un problema político y lírico de la escritura subversiva. La poesía se haya, entonces, demencial (será la demencia de Dios, demencia de lo bello, demencia de ser, o la demencia misma de la política -de la vieja, de la nueva y de la que vendrá-). El porvenir, vanguardizado, puertorriqueñizado o no, se opondrá radicalmente al asesinato político y científico (el psicoanálisis) de los poetas. ¡Digamos no, entonces, al asesinato demokrático de los poetas!

En este sentido el Cristo de Matos Paoli no sólo era una crítica de la imagen de ese “Cristo afeminado” que la Iglesia trafica inmisericordemente en sus imágenes, sino que también era una crítica contra la perversión política del cristianismo:8 Cristo como aliado de los ricos es insostenible; Cristo como aliado de los postmodernos es indignante; y Cristo como aliado de los invasores yanquis no tendrá sentido ni para nosotros ni para Matos Paoli: “la poesía está asistida por una ebullición de ambigüedad casi incontrolada y anárquica” (Diario I 171). Pero esto también podríamos decirlo de Jesús: Cristo es la ambigüedad y Cristo es la anarquía de la religión misma. Pero el Pedro Albizu Campos: piedra de Puerto Rico de Matos Paoli, por momentos está ideologizado y convertido en propaganda de partido a través de toda su poesía. Albizu Campos es también una crítica radical al simulacro del independentismo de las tacitas de té, de los colaboracionistas y a también a los idiotas de turno. Sin embargo, Canto de la locura, El viento y la paloma, y Los crueles espejos son también cantos de la negatividad y son la recuperación de la simbología y de la libertá de escribir en un mundo demokráticamente corrupto. En este sentido los cultismos de la negatividad que hay en Matos Paoli, aún los de los “adjetivos negativos”, yacen ahí para ser abiertos como se abre una puerta, como se abre un espejo (Alicia frente a sí misma)9 , o como se abre oscuramente una muchacha.

La poesía de Matos Paoli (“Dios es la locura. . .porque soy el poeta / befa mayor de la poesía. . .Si no enloquezco ahora / ¿qué será del semen de la imagen? . . .¿Para qué soy el patán. . .Sé que soy el precito, / el inolvidable abyecto”) de Canto de la locura acontece no sólo entre el éxtasis y el rechazo más estupefaciente, sino que acontece también como el éxtasis de la negación y, al mismo tiempo, como la afirmación de la negación que Matos Paoli era. El poeta dice: “para huir del desconocido de mí mismo y ser el Desvariante” (PLP 334). Acontece, pues, esta poesía como debe acontecer toda poesía: como conflicto, como sospecha, como excepcionalidad y como libertá inclasificable. Matos Paoli deviene no como el poeta que alguno de ustedes celebrarán unilateralmente en estas noches, no sólo como el poeta místico que era, sino como el poeta de la contradicción, el poeta de la paradoja, de la ambigüedad, y como el poeta rechazado por los demás y paranoico de sí mismo. Matos Paoli dice: “A ser la criatura clausurada que nadie saluda en la calle” (339). El sustantivo “criatura” nos golpea inmediatamente, porque la despersonalización de Matos Paoli se exhibe en él con una violencia sutil característica del Canto de la locura. ¿Qué quiere decir aquí ese sustantivo de “criatura”? El Diccionario de la Real Academia nos dice: “Aquél que es todavía feto, o acaba de nacer; aquél que debe su posición social a otro, o aquél que no posee todavía una condición legal”: Matos Paoli acontece oníricamente como el dependiente, como el ilegal y como el feto. Afortunadamente para nosotros, la crítica ha abandonado por temor, por vagancia, por falsa complicidad estos hermetismos fundamentales del poeta. La humildad cristiana se convierte aquí en un conflicto real de su poesía; la humildad cristiana se devela como la humillación de la voz poética que la padece. El “nulo”, Matos Paoli, sabe que la befa social que sufre es el resultado no sólo de su derrota política, sino de la flagelación reaccionaria de ese catolicismo que retumba mortuoriamente entre sus versos. Matos Paoli irrumpe, entonces, desde Cantos de la locura como el obscuro de Dios, o como el “extraño”, el “idiota” y el soberbio de sí mismo. Esta humillación cristiana, este cilicio de su ser poeta, insostenida política y libertariamente por momentos, lo expondrá al peligro del elogio desmedido de la mayoría de sus críticos.10 El místico “caído”, “original”, “excéntrico”, “extravagante”, “oscuro” y “despolitizado” en la paz de su hogar, está a punto de enmudecer. La inmensidad de su creación hogareña podría ser la inmensidad misma de su visión: ¡Dios es innombrable! Matos Paoli corre el peligro de disculparse y para ello intentará refugiarse en lo reaccionario del catolicismo. Pero Matos Paoli, como todo poeta importante se subleva contra su propio instrumento: “Puta palabra” (Sombra 83). Inmediatamente tenemos que pensar en otro loco y en otro místico que murió también arrasado por su misticismo salvaje: Arthur Rimbaud.

¿Quién fue, pues, este Matos Paoli de la contradicción? Matos Paoli no titubea y se coloca dolorosamente frente a su propia imagen de “loco”: “ser el maestro loco que afirma el horizonte” (PLP 312). Esta afirmación de Matos Paoli nos impresiona, pero sólo cumplimos con señalar la desgarradura que existe entre el místico y el crimen organizado del psicoanálisis que asesinó al poeta. La violencia clínica, la violencia social y la violencia organizada cultural y políticamente contra Matos Paoli (contra ti y contra mí), y también la violencia de Matos Paoli contra sí mismo, podrían ser y son el resultado del crimen colectivo. La violencia se ha internalizado en cada uno de nosotros, pero no contra los invasores, sino contra nosotros mismos. Todos matamos a Matos Paoli, todos lo arrestamos y todos lo dejamos solo. Todos lo estamos abandonando y todos nos estamos suicidando delante de los barcos extranjeros. Pero esta historia, este odio, este estadolibrismo demokrático también se volteará contra ti, contra nosotros. No hay inocentes. Todos somos culpables de la colonia: los poetas, los filósofos, los críticos, los profesores, los burócratas, las mujeres, los sacerdotes, los homosexuales, los médicos, etc. Porque todos hemos traicionado la libertá. No sólo los electrochoques violentaron y lastimaron a Matos Paoli, sino que él también internalizó la paranoia política del “sujeto del autocastigo cristiano” que la sociedad capitalista se ha empeñado en traficar. Matos Paoli fue por momentos cruel consigo mismo y es posible que esta crueldad fuera lo que lo llevó al silencio poético de algunos de sus Cancioneros: “Pido perdón. El dogma me sustenta” (Cancionero IX 146). ¡Vaya negación! Los poetas no pedimos perdón. Esta culpa es y fue su mayor equivocación política, poética y cristiana. El poeta místico no debe disculparse de ser el poeta que Dios ha edificado contra los seudo Estados, contra la mediocridad y contra los apolíticos. El poeta, si ha de pedirle perdón (a Dios, a los dioses) sólo debe hacerlo en secreto, pero jamás públicamente, jamás en la poesía. Todos los “errores” del poeta emanaron de esta equivocación con Dios y de esa certidumbre de Dios. La luz, dichoso él, lo consumió poco a poco. Pero esa “culpa” lo llevó a negar su propia palabra: “Niego esta palabra oscura, qué digo, esa cisterna putrefacta” (Sombra 83). El poeta tiene que admirarse y asombrarse de su propia expresión.

Matos Paoli, por su parte, nos seguirá describiendo la violencia que lo consumía: “Estoy casi desprendido. . .Sé que Luzbel atiza su silencio para que no sea más que una oreja sin cuerpo” (PLP 340). El poeta loco nos recuerda al pintor loco: Vicente van Gogh. Pero, por otro lado, será precisamente Antonin Artaud quien niegue la demencia de van Gogh. Esta negación de Artaud incluirá indirectamente la demencia de Matos Paoli. Podemos muy bien refrasear a Artaud en esta noche y decir conjuntamente con él: Nietzsche no estaba loco, Van Gogh no estaba loco, Antonin Artaud no estaba loco, Cioran no estaba loco, Matos Paoli no estaba loco. Si enloquecemos es porque la sociedad capitalista norteamericana (puertorriqueña -latinoamericana-) ha planeado el desquiciamiento y el asesinato sistemático de todo lo extraño y de todos los poetas importantes del mundo. La locura se ha convertido, entonces, en la consecuencia de la seudopolítica que vivimos contra la libertá que somos. La política se manifiesta como la violencia de la escisión. Esta violencia poética de Matos Paoli contra sí mismo, su sadomasoquismo místico, su sadismo cristiano, no sólo es la violencia del fuerte, la violencia misma de la salud, sino que es también la violencia de los puertorriqueños contra sí mismos. El poeta, en la excepción que es, en la libertá que es, en la belleza que es, es lo peligroso mismo. Matos Paoli estaba forzado constantemente a ser un desempleado político de su misticismo, de su albizuismo, de su locura, pero, sobre todo, Matos Paoli necesitaba ser desempleado de sí mismo. Esto, en última instancia, es la esquizofrenia: ese intento del poder por separarlo de sí mismo. Pero esos seis libros (Canto de la locura, El viento y la paloma, Sombra Verdadera, Los crueles espejos y Diario de un poeta I, II y III) bastarían para consagrar nacional e internacionalmente a cualquier poeta. Por eso podemos decir que Matos Paoli resistió política y poéticamente toda la censura y toda la violencia establecida contra él y establecida contra nosotros por esas instituciones que debían patrocinarlo y patrocinarnos. Pero sobre todo, Matos Paoli triunfó místicamente. Las palabras del ángel se verterán sobre su cabeza como un vaso de mirra y como un vaso de bálsamo: “Se fiel hasta la muerte y yo te daré la corona de la vida” (Apocalipsis 2: 10).


Por otro lado, independientemente de que Puerto Rico no tenga fábricas, no produzca arroz, no produzca sal, zapatos, frutos menores, etc., convierte a Puerto Rico en un país que vive de su propia podredumbre material: Puerto Rico como el escarabajo latinoamericano que se alimenta de las heces fecales de su no Estado. Esta violencia material no es ajena a la vida espiritual de la poesía, ni es ajena tampoco a la violencia espiritual de la locura. Los puertorriqueños, en su “complejo de ser el neoesclavo demokrático de los invasores”, atentan cotidianamente contra sí mismos. El místico es, pues, el demente que se enfrenta a la locura de los locos olvidados, y el demente que se enfrenta a la violencia de los locos avergonzados de la propia imagen en la violencia del espejo. ¿Cuál es, entonces, esta violencia que nos consume? La violencia de olvidar de que somos y de que estamos invadidos. Se pinta, se escribe, se filosofa, se canta, se baila (se bomba, se plena, se aguinalda), en la mayoría de los casos, sin la conciencia de la muerte que somos, y sin la conciencia de la invasión que somos. Si evitamos esta conciencia lo hacemos malignamente con el propósito de convertirnos el “sujeto de la fama” que agrade a la presencia misma de los invasores. Este es el gran silencio que corroe el corazón de los puertorriqueños y esta es la culpa que corroe la esencia de la cultura puertorriqueña: la invasión norteamericana. A este dolor, a este sida político y a esta espiritualidad de la mierda no se puede escapar por las puertas falsas: o lo combatimos a la invasión desde todos los ángulos del ser, o ella terminará por convertirnos en el cadáver propuesto por los anexionistas, los postmodernos y los colaboracionistas de la cultura y del seudo gobierno. No debemos olvidar, entonces, que este dolor, individual o colectivo, poético o filosófico, político o despolitizado, nos enloquece. En una sociedad como la nuestra, que se complace y se nutre de la “muerte de Dios”, el místico se devela como el huérfano de Dios. Estar cerca de Dios es estar inmerso en la locura. El paraguas de Cristo, dicho modernamente, nos protege insania. En Puerto Rico la tragedia se esconde detrás de la sonrisa. Todos ríen y todos bailan como si celebraran la muerte. Pero Matos Paoli que reía tímido y que bailaba menos contemplaba la muerte del calvario. Desempleado de su misticismo aparecía de vez en cuando como el fantasma en los artículos tibios de sus amigos. Pero hoy lo celebramos los poetas y lo celebramos violenta y libertariamente. Matos Paoli, exilado en la realidad de su propia casa, o preso en la realidad de los invadidos, fue trágico. Nunca dejó de mirar a Cristo como si estuviera delante del espejo, pero la imagen de Dios no lo abandonó nunca. La imagen de Dios no lo cegó. El que contempla a Dios morirá, dice la Biblia, pero Matos Paoli no ha muerto.


Notas:


1-Matos Paoli, Francisco. Diario de un poeta II. San Juan: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1987. Pág. 82.

2-Citado por Kristeva en “El sujeto en proceso” en Artaud. Valencia: Pre-Texto, 1973. Pág. 41.

3-Kierkegaard, Sade, Baudelaire, Nerval, Van Gogh, Nietzsche, Lautréamont, etc.

4-Artaud, Bataille, Breton, Vallejo, Martín Adán, Darío, Jesús Domínguez, Miranda Archilla, etc.

5-El subrayado es nuestro.

6-Véase mi tesis doctoral Francisco Matos Paoli o la angustia de Dios, págs238-239.

7-Véase Los condenados de la tierra de Franz Fanon.

8-Cuando contemplo los Cristos afeminados de la Iglesia Católica no puedo dejar de pensar en los espantapájaros de las fincas norteamericanas. Estos, como caricaturas de la hombredad, y aquéllos como el ridículo de un Dios encarnado que no termina por espantar los pájaros del infierno. Esta paradoja crística no deja de seducirnos. Si rompiéramos esta paradoja de Cristo, entonces no nos seduciría.

9-Sobresalen entre los mejores críticos de Matos Paoli, hasta el momento, los profesores José Emilio Gonzáles, Javier Ciordia y Manuel de la Puebla.

10-Véase Diario de un poeta I, II, III.


Bibliografía.

1-Barreau, Jean-Claude. Jesús, el hombre. Madrid: Ediciones temas de hoy, 1994.
2-Los condenados de la tierra de Franz Fanon.
3-Kristeva en “El sujeto en proceso” en Artaud. Valencia: Pre-Texto, 1973.
4-Matos Paoli, Francisco. Diario de un poeta I. Río Piedas: Editorial Puertos, 19
5-Matos Paoli, Francisco. Sombra Verdadera. Madrid: Editorial Orígenes, 1980.
6-Matos Paoli, Francisco: Cancionero IX. San Juan: EdicionesMairena, 1981.
7-Matos Paoli, Francisco. Primeros libros poéticos. Río Piedras: Editorial QuAse, 1982.
8-Matos Paoli, Francisco. Diario de un poeta II. San Juan: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1987.

Bibliografía de Yván Silén:

Yván Silén ha publicado los siguientes textos:

1) Después del suicidio (poesía) , edicion de autor, Santo Domingo, 1970;
2) El pájaro loco (poesía), Ediciones Puerto, Puerto Rico,1972; 3) Los poetas puertorriqueños (The Puerto Rican Poets) con Alfredo Matilla, editorial Bantam Books, Nueva York, 1972;
4) Los poemas de Filí-Melé (poesía), El libro Viaje, Nueva York, 1976, 1981;
5) El miedo del Pantócráta (poesía), Edición Luna Cabeza Caliente, Santo Domingo, 1981.
6) El llanto de las ninfómanas (antiensayos), edición de autor, 1981;
7) Los paraguas amarillos–los poetas latinos de Nueva York–, Ediciones del Norte, Nueva York,1984;
8) La biografía (novela), editorial Villacañas, México, 1984;
9) La casa de Ulimar (novela), editorial Villicañas, México, 1987;
10) Las muñecas de la calle del Cristo (novela), Ediciones de la Flor, Argentina, 1989;
11) La democratización de la democracia (política), Ediciones M.S.A., Puerto Rico 1987;
12) La imaginación al poder, Ediciones M.S.A., Puerto Rico, 1987.
13) La poesía como libertá (poesía), Instituto de Cultura Puertorriqueña, Puerto Rico, 1992;
14) La rebelión (ensayos), La casa del Hada, Nueva York,1995.
15) Los ciudadanos de la morgue (filosofía), La casa del Hada, Nueva York, 1997;
16) Los narcisos negros (cuentos), Editorial de la Universidad de Puerto Rico, Puerto Rico, 1997; y
17) Casandra & Yocasta (o el libro de Tití) (poesía), Instituto de Cultura Puertorriqueña, Puerto Rico, 2001.

Posee inéditos los siguientes textos filosóficos: El Antinihilista o ¿por qué filosofamos?, El nudo gordiano y La muerte de la filosofía.

En estos momentos está terminando su tesis doctoral titulada Francisco Matos Paoli o l’angustia de Dios. Trabaja también en un nuevo libro de poesía neomística titulado Tu té de mirra, en un cuento largo titulado La muerte de mamá y en un libro de antifilosofía que se titula La muerte de la filosofía.

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