La literatura infantil española en el siglo XX

Anabel Sáiz Ripoll
Doctora en filología y profesora de secundaria en IES Jaume I de Salou
anabel@tinet.org
http://www.islabahia.com/perso/anabel
Tarragona, España.

“Al Dr. Juan Cervera. In memoriam”

I. Principios de siglo – Década de los 30.

– Editoral Calleja.

Para centrar el tema que nos ocupa, debemos empezar aludiendo al siglo pasado, ya que en 1876 se fundó una editorial de gran importancia, la Editorial Calleja. Saturnino Calleja da a conocer una gran cantidad de publicaciones infantiles. La casa se esfuerza al máximo para que sus cuentos lleguen a todos los niños; así los vende a un precio ínfimo: son los cuentecitos de Calleja, tan pequeños y tan condensados y tan variopintos. Surge, ya entonces, el dicho conocido de “Tienes más cuento que Calleja”.

Carmen Bravo-Villasante, recopiladora de estos cuentos, nos habla de ellos, “eran unos cuentos baratísimos, al alcance de todos los bolsillos infantiles que tuvieran 5 y 10 céntimos. Eran económicos, como nacidos por generación espontánea, y en su mayor parte, cuentos populares: “La historia de Juan Soldado”, “Juana la Lista”, “El sastrecillo valiente”, “El viaje de Pulgarcito”, “Los favoritos del Sultán” y “El collar de perlas”. Coleccionábamos estos cuentecitos y los guardábamos en cajitas de metal rojo con dibujos, fabricadas ex profeso, para guardarlos”.

La editorial Calleja también publicaba la colección Perla, más lujosa. Los cuentecitos de Calleja fueron la lectura de todos los niños que vivieron en las primeras décadas del siglo XX. Eran cuentos con letra pequeña, con algunas ilustraciones en blanco y negro y con un contenido divertido. Eran cuentos de lectura amena, rápida y muy ocurrentes.

Antonio Basanta Reyes nos concreta un poco más la revolución de Calleja en el campo de la edición para niños. La resume en tres puntos:

1. Libros preferentemente divertidos, lo cual es un gran avance porque se tenía la idea de que para formar era mejor reír que llorar.

2. Libros editados pensando en el joven lector. Se cuidan mucho las ilustraciones, por ejemplo.

3. Libros editados a precios populares, características que ya hemos comentado.

Lamentablemente, apenas sabemos mucho más que lo que acabamos de escribir sobre la editorial Calleja. Así, Carmen Bravo-Villasante, conocedora indiscutible y probada de literatura infantil, comentaba que “de la editorial Calleja únicamente sé lo que he dicho en los prólogos. Colecciono libros de Calleja, de la colección Perla, de los cuentecitos, en fin de todo lo que puedo lograr”. Sin embargo nos deja entrever también la gran importancia que tuvo la editorial en su época: “Los catálogos pueden dar una idea del gran proyecto editorial que era Calleja. Es una pena que el archivo haya desaparecido. Nadie se ocupó de historiar la historia de la editorial como se hace en Alemania y en algún otro país. Juan Ramón Jiménez trabajó en Calleja, en su juventud, según leo en alguna carta. Parece que hubo escritores importantes pero todo en el anónimo. En fin, siento no tener más noticias que las que he buscado yo misma, porque ese asunto me interesaba mucho”.

Gracias a Calleja, los niños españoles conocieron a Andersen, a los hermanos Grimm, Los viajes de Gulliver, Las mil y una noches y toda una serie de versiones de autores españoles.

La mayoría de los autores de estos cuentecitos, siguiendo una de las constantes de la literatura española, son anónimos. Algunos son autores e ilustradores a la vez, como es el caso de Sánchez Tena. Conocemos, sin embargo, a otros artistas que trabajaron para la Editorial Calleja como son Picolino, Rafael Penagos, Federico Ribas Ferrer, José Zamora y Salvador Bartolozzi, de la colección Perla y de otros proyectos de indudable modernidad.

– Salvador Bartolozzi.

Precisamente la Editorial Calleja comienza a editar en 1927 una serie de Pinochos, cuyo autor es Salvador Bartolozzi Rubio (1882 – 1949), escritor y dibujante madrileño de padre italiano y madre segoviana. El éxito fue indudable y superó al Pinocho de Collodi. Bartolozzi no acabó su fructífera labor con Pinocho, sino que siguió creando otros nuevos personajes, Pipo y Pipa, en el semanario Estampa.

– Elena Fortún.

Otra escritora “clásica” de la época que tratamos es Encarnación Aragoneses Urquijo (1886 – 1952), conocida como Elena Fortún. Elena Fortún es la creadora de Celia, una de las heroínas decisivas de la década de los 30.

Elena Fortún comprendió y entendió como nadie hasta el momento la psicología infantil. Con Celia creó también a Cuchifritín y a Matón-Kikí y con ellos se granjeó la simpatía de los niños. Eran personajes que se podían identificar con los niños y por eso resultaba fácil reconocerlos en la calle. Elena Fortún se sabe poner a la altura de los niños, entra en su mente, en sus ilusiones y sabe qué decirles, cómo hablarles, porque Elena Fortún toma partido, definitivamente, por el bando infantil.

– Antoniorrobles.

Antoniorrobles es otro autor de cuentos para niños. Su producción fue importante entre los años 1932-36: Rompetacones y Azulita, Mis Diez Compañeros, Cuentos de los juguetes vivos, Cuentos de las cosas de Navidad….

Antoniorrobles pretendía transmitir alguna enseñanza a los niños. Pretendía crear entre ellos la bondad. Entre las características de su obra podemos resaltar, precisamente, la transmisión de la bondad y también la ingenuidad y el valor pedagógico.

– Preguerra.

En la preguerra civil, gracias a estos autores y a otros muchos, parecía que la literatura española estaba alcanzando muchos logros y que tenía un futuro asegurado. Por ejemplo, Antonio Basanta nos recuerda algún acontecimiento importante, en el sector público y en el privado, que así nos lo demuestra. “Buena prueba de ello -nos dice- es la celebración de la I Exposición del Libro Infantil, que tiene lugar en Madrid el 20 de diciembre de 1935. Inaugurada por el propio presidente de la República Española –don Niceto Alcalá Zamora- en ella se dieron cita nada menos que 2500 libros pertenecientes a 16 casas editoriales especializadas en el sector”. Entre estas casas destacan Aguilar, Araluce, Calleja, Hernando, Juventud, Molino, Santiago Rodríguez, SGEL y Sopena.

II. Posguerra.

La Guerra Civil, como en tantas otras parcelas de la vida y la cultura españolas, acabó con todo el movimiento renovador que acabamos de estudiar, de una manera brusca y dramática. En esta etapa de desolación y en los años siguientes al conflicto bélico, gran parte de los creadores desaparecen y otros -Salvador Bartolozzi, Antoniorrobles y Elena Fortún- han de marchar al exilio, Otros autores, paradójicamente, se ven obligados a escribir este tipo de literatura para poder mantener un nivel económico. Es el ejemplo de Concha Zardoya. Así lo indicaba ella misma: “En mi caso escribí cuentos para adolescentes sólo por ganarme unas pesetas en los misérrimos días de la posguerra y encontrándome yo en el bando de los vencidos. Note UD. Que publiqué bajo un seudónimo: “Concha de Salamanca”.

La economía sufre serios descalabros y parece lógico pensar que hay necesidades más inmediatas que la producción editorial -para niños o para adultos, es indiferente- que se viene abajo. No sólo es la falta de medios la que ocasiona este desmoronamiento, sino también la censura impuesta por el gobierno a las obras literarias.

– Borita Casas.

Con este panorama de fondo y un poco a remolque de Celia, nace Antoñita la Fantástica. Tal fue el éxito de Celia que no nos debe extrañar la aparición de otros personajes femeninos en la literatura infantil de posguerra. La creadora de Antoñita fue Borita Casas (Madrid 1911-1999), cuyo verdadero nombre es Liboria casas. Este personaje cobró gran fama gracias a la radio -Borita Casas fue locutora de Radio Madrid- y a los libros editados por Gilsa y Cid. La radio, como medio de difusión social, fue muy importante en esos años. La radio de los 40 servía para todo, para cantar, para apostar, para jugar, para soñar, para distraer. Era el medio que, sobre todo, los niños y las mujeres tenían más a mano para poderse evadir de la miseria diaria.

Antoñita es una niña de clase media acomodada que vive las aventuras de una niña de la época, en el colegio, en su casa, en la playa, en la sierra… Hay otros personajes que comparten el éxito con Antoñita, Nicerata, la doncella buena y dócil, la tía Carol, Titerris, su hermano, sus padres, su abuela, y otros amigos y parientes.

Borita Casas escribe con gracia y alegría, con un estilo espontáneo y fresco que le sirve para poner en evidencia aspectos de la sociedad que no le gustan, los defectos de los adultos. Antoñita tuvo un éxito sin precedentes, tanto que Borita Casas decidió hacerla crecer para que viviera también al lado de sus lectores.

– Carmen Conde.

Carmen Conde, la primera mujer que ingresó en la Real Academia de la Lengua Española, con el seudónimo de Florentina del Mar creó otro prototipo de niña según los patrones de Elena Fortún y Borita Casas y publicó Los enredos de Chismecita; aunque merece ser destacada por una sección que llevó en “La Estafeta Literaria” durante los años 1944-45, “Nana, nanita, Nana”, que fue un verdadero periódico infantil.

Otros autores son:

– Emilia Cotarelo, creadora de “Mari.Pepa”, otra niña traviesa.

– Carolina Toral, que cultivó la literatura religiosa, los temas históricos y el cuento. Destaca la “Biblioteca de la Tía Tula”.

– Pobreza editorial.

De todas maneras, la década de los 40 se caracteriza en cuando a producción literaria infantil y juvenil por una gran pobreza en temas y en escritores. Recordemos que en la “Nueva España” se debían robustecer y fomentar virtudes puntuales como la religión o el amor a la patria. Surgen así las vidas de santos, santas, héroes o heroínas… Vidas ejemplares en una palabra, que pretendían mostrar un nuevo concepto de modelo educativo, más cercano a la ideología dominante.

La literatura infantil, sin duda, sufrió igual que la literatura en general de unos problemas que se recrudecieron debido al público al que iba destinada. Jaime García Padrino nos resume de forma concreta estos problemas:

– ruptura con nuestro pasado inmediato

– búsqueda angustiosa de un nuevo sentido y unos nuevos valores

– clima general de aislamiento

– escasísima y pobre producción de libros infantiles

– empobrecimiento de temas y tratamientos

– vuelta a un moralismo y a un paternalismo sofocantes.

– Revistas infantiles.

No es necesario ampliar o profundizar más en este panorama lleno de obras que pretendían una marcada ideología y una formación virtuosa en el niño; aunque, yendo un poco más lejos, hay que mencionar las revistas infantiles del momento, como “Flechas y Pelayos”, “Maravillas” y “Bazar”. Éstas eran revistas “oficiales” y tenían una clara intención propagandística como lo demuestra el editorial del primer número de “Flechas”:

“Aquí tenéis un periódico que os enseñará a cumplir con vuestro deber de pequeños soldados de la FALANGE y de España, y que sabrá, también, divertiros (…). Flechas os saluda hoy, con el brazo en alto con el saludo que todos vosotros debéis hacer constantemente, en la calle, en la escuela, en el paseo, al ver a los Jefes (…). Tenéis que llevar siempre la camisa azul y pensar que el fusil y el libro son los más grandes regalos que puedan hacérsele a un español”.

Otras revistas, esta vez de carácter “privado”, fueron “Chicos” y “Mis Chicas”. “Chicos” era la alternativa a la saturación política y doctrinal de “Flechas y Pelayos” y ofrecía un contenido más variado con cuentos, historietas, chistes y pasatiempos, con una intención, a simple vista, de pura distracción, aunque no exenta de carga ideológica. En cuanto a “Mis Chicas” fue la primera revista de historietas que aparece dedicada al público femenino español. Juan Antonio Ramírez nos cuenta sus características, nos habla de su formato pequeño (13 x 11 cm.) y nos explica que se realizaba con el papel sobrante de “Chicos”, por eso era tan pequeña, porque el papel era escaso y había que hacer economías. No obstante, tuvo tanto éxito que en 1942 agrandó su formato (24 x 11 cm.) y, desde luego, subió el precio –25 céntimos-.

Antes de cerrar la etapa de la posguerra, cabe aludir también a la celebración en Madrid y Barcelona, en los años 1942 y 1943, de dos exposiciones dedicadas al libro infantil, y a la creación en 1942 del Gabinete de Lectura “Santa Teresa de Jesús” que, a pesar de la censura, llevó a cabo una buena tarea en cuanto al fomento de la literatura infantil.

III. Apertura.

III. a. Década de los 50.

Coincidiendo con una liberalización política y económica en el régimen dictatorial del general Franco -España ingresa en la UNESCO, se acaba el racionamiento, inicia una apertura a Europa-, finaliza el periodo de penurias y se empiezan a dar cambios importantes que afectan también a la literatura infantil.

Montserrat del Amo, Carola Soler, Rafael Morales son nombres que debiéramos mencionar, aunque tal vez destaque sobre ellos María Luisa Gefaell, autora de La princesita que tenía los dedos mágicos (Premio Nacional de Literatura, 1950). Esta autora, junto a José Miguel Velloso y Montserrat del Amo, fueron candidatos a la Lista de Honor del Premio Hans Christian Andersen, en el año 1958.

La tendencia de esos años fue la de generar protagonistas cercanos al niño, a su vida normal, olvidando, en cierta manera, los héroes míticos que creaban niños ejemplares. Sin descartar nunca al niño ejemplar, protagonista aún de diversos relatos, nos centraremos más en el niño travieso, que vive una vida normal, sin demasiados altibajos. Un niño real, que va de la familia al colegio, que se hace preguntas.

En la década de los 50 hay que mencionar, con todos los derechos, el esfuerzo que realizan las editoriales para mejorar y aumentar las publicaciones infantiles. Es el caso de Molino, Boris Bureba, Juventud, Seix-Barral, Labor o Aguilar. En 1958, sin ir más lejos, se falla el premio Lazarillo que ese año ganó Dicen las florecillas, de Alfonso Iniesta, premio importantísimo para el fomento de la literatura infantil española.

III. b. Década de los 60.

La década de los años 60 cuenta con nombres destacados dentro de esta parcela literaria: Miguel Buñuel, Montserrat del Amo, Joaquín Aguirre Bellver, Concha Fernández-Luna, Carmen Kurtz, Ángela C. Ionesco, Marta Osorio, Ana Mª Matute, Jaime Ferrán, Rafael Morales, María Isabel Molina y, desde luego, José Mª Sánchez Silva.

– José Mª Sánchez-Silva.

Si tuviésemos que detenernos con cierta profundidad en algún escritor, José Mª Sánchez-Silva (1911-2002) sería uno de los mejores candidatos. Marcelino Pan y Vino es su obra más conocida, popularizada por una versión cinematográfica -interpretada por Pablito Calvo, que alcanzó un éxito sin límites- y traducida a diversos idiomas. José Mª Sánchez-Silva recibió en 1968 la medalla “Hans Christian Andersen” por toda su producción y hasta la fecha es el único autor español que la tiene.

La historia de Marcelino es extraordinariamente popular. Narra la vida del pequeño Marcelino, recogido por unos religiosos, que vive en el convento y se gana la simpatía de todos. Un día conoce a Manuel, el Cristo del desván, y entabla con él una emocionada relación. Finalmente, Manuel le otorga su único deseo: ver a su madre. El cuento nos relata un milagro y, aunque puede parecer triste, el final, desde la perspectiva cristiana, es alegre. El niño tiene su recompensa final.

Otras obras de Sánchez-Silva, menos conocidas, son La Burrita Non, Cuentos de Navidad, Colasín y Colasón, Adán y el señor Dios, Adiós, Josefina…

Acaso la trayectoria ideológica del autor lo ha alejado de reconocimientos posteriores y su muerte ha pasado un tanto desapercibida en los círculos oficiales, ya que coincidió también con la de Camilo José Cela, que eclipsó, sin duda, cualquier otra manifestación. Sirvan estas líneas para recordar la memoria del autor y, sobre todo, su obra.

– Ana Mª Matute.

Ana Mª Matute merece, por su labor literaria, mención específica. Y nos referimos exclusivamente aquí a sus textos destinados a los niños. Así, en 1965 recibió el Premio Lazarillo por El Polizón del Ulises. Ha sido candidata al Premio Andersen en 1970 y en 1972 y en 1984 el jurado de este premio le concedió el Higly Commended (autor específicamente recomendado). Después su obra Sólo un pie descalzo ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil en 1984. Añadimos: Paulina, Carnavalito, El saltamontes verde, El verdadero final de la Bella durmiente…

Carmen Kurtz, otra autora tristemente fallecida, fue importante en esta década por ser la creadora del personaje Óscar, del que se publicaron doce títulos entre 1962 y 1970.

– Premios y editoriales.

En esta década empiezan a fallarse premios importantes para la literatura como:

– 1962, CCEI, Comisión Católica Española de la Infancia

– Folch i Torres

– Joaquim Ruyra, ambos en el ámbito catalán.

Si alguna editorial merece ser citada aquí, se trata de la editorial Doncel con su colección “La Ballena Alegre”, dirigida por Joaquín Aguirre Bellver y por Miguel Buñuel. En el seno de la editorial nace el premio Doncel para cuento y novela corta, inaugurado por Ángela Ionesco con su colección de cuentos De un país lejano.

III. c. Década de los 70.

Durante la década de los 70 se publicaron unos 2000 títulos de literatura infantil y juvenil en España, de los cuales, sólo 800 eran de autor español (según el Instituto Nacional del Libro Español, 1975). Si tenemos que hacer caso a Carmen Bravo-Villasante, el panorama era bastante desolador, de espera. “A partir de 1970 el editor se ha centrado en el libro con menoscabo del autor. No se corre el riesgo de editar a un novel y se busca lo fácil: libros clásicos que no paguen derechos. Lo mismo ocurre con las traducciones. Estamos, pues, en un momento de espera”.

De todas formas, sí podemos citar a autores destacados como María Puncel, Carmen Vázquez-Vigo, Consuelo Armijo, Fernando Alonso, Juan Farias, José Antonio del Cañizo, Juan Antonio de Laiglesia, Mª Isabel Molina, Gloria Fuertes….

– Juan Antonio de Laiglesia.

Autor prolífico y veterano, ha cultivado múltiples géneros en todos los medios de comunicación como guionista, director o empresario. Lo más importante son los cuentos. En 1984 ganó el segundo Premio Lazarillo por ¡Chuic!

– Carmen Vázquez-Vigo.

Argentina de nacimiento, es una autora de fina sensibilidad, que en sus relatos aporta sus ideas de paz y compresión humana. Sin embargo, son textos acabados, de gran belleza y con un dominio exquisito del idioma. En 1966 obtuvo el Premio Doncel por Quiquiriquí y en 1973 el lazarillo por Caramelos de menta.

– Gloria Fuertes.

Gloria Fuertes, también tristemente desaparecida, se introdujo en la literatura infantil en 1970 con Cangura para todo. Fue elegida por los niños, a través de Televisión Española, como “la mejor escritora para niños” a principios de 1976. Algunas de sus obras son: Yo contento, tú contenta, ¡Qué bien me sale la cuenta!, Cocoloco Pocoloco….

IV. Momento actual.

Desde los 80 hasta nuestros días estamos asistiendo a un “boom” espectacular de la literatura infantil en España. Proliferan editoriales, títulos, premios, revistas especializadas. Parece, a simple vista, que estamos viviendo la edad de oro de la literatura infantil española. Buen momento para pasar balance y proyectarse al futuro.

Dentro de la última generación de autores, además de algunos que ya hemos mencionado, tenemos a Joan Manuel Gisbert, Jordi Sierra i Fabra, Pilar Mateos, Concha López Narváez, Carlos Murciano, Alfredo Gómez Cerdá, Carlos Puerto y muchos más.

Las editoriales de esta última década son Edelvives, Gaviota, Alfaguara, Noguer, SM, creadora de la serie “El Barco de Vapor”, “Gran Angular” o “Alerta Roja”. Editoriales más consagradas ceden su parte a favor de la literatura infantil: Espasa-Calpe, Planeta, Anaya…. Además se editan viejas reliquias como es el caso de los Cuentos de Calleja por José Juan de Olañeta o las Enciclopedias Álvarez o las aventuras de Antoñita.

Es importante señalar esta nueva vitalidad editorial porque, gracias a ella y a la competencia que se genera, surgen nuevas colecciones y nuevos títulos que hacen más variado el panorama literario infantil.

En los años 80 y en los 90 asistimos al tan comentado “boom” de la literatura infantil española, paralelo al resto de naciones europeas. Un dato asombroso es que hacia 1987 se editaron más de 35.000 libros de literatura infantil en España.

El libro se hace objeto de comercialización, llega de forma rápida a las escuelas y se empiezan a crear medios de información sobre estas publicaciones. No solamente las revistas educativas se ocupan de la literatura infantil, sino que se crean otras publicaciones destinadas a tal ámbito: “Primeras Noticias”, CLIJ, “Platero”, “Lazarilllo”, “Babar”, “Letragorda”….

Todo esto nos da una idea del inmenso panorama que supone acercarse a la literatura infantil sólo de estas dos últimas décadas. Hay mucho que estudiar y mucha labor de clasificación por hacer todavía.

Aparte se crean o se refuerzan asociaciones de apoyo a la literatura infantil: OEPLI (Asociación Española por el Libro Infantil), Asociación Española de Amigos del IBBY, Fundación Germán Sánchez Ruipérez….

Además se fomentan cursos dedicados a la animación de la lectura y se promocionan las bibliotecas infantiles y juveniles, no sólo como lugar destinado a los niños, sino como fondos de documentación para el estudio de estos temas, como la Biblioteca de la Santa Creu de Barcelona.

La literatura infantil y juvenil existe, sin duda y su auge es tan importante que, a pesar de lo que pueda haber de oportunismo por parte de ciertas editoriales, debemos sentirnos optimistas y pensar en la buena salud de esta literatura, aunque no todos los títulos pasarán a la historia, eso es evidente. Lo importante es que se potencia la lectura y del resto ya iremos ocupándonos, cada uno en su faceta, críticos, profesores, escritores y, sobre todo, los lectores.

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